miércoles, 20 de febrero de 2013

Sueño... posibilidad... o realidad?

       Empiezo a soñar. La veo a ella. Pantalón amplio, camiseta y nada más. Está comoda. Está en casa. Sin mediar palabra, cojo su mano, la levanto del sofá donde está leyendo, sus ojos preguntan, yo no respondo. La llevo a la cama, la tumbo, la acaricio. Abro el armario, agarro con una mano el collar, lo abro, y se lo pongo. Me mira una última vez a los ojos. Vuelvo al armario, cojo la cuerda, la dejo sobre la cama y cierro el armario. A mi espalda, noto como su respiración se agita.

        Con calma, intentando no apretar en exceso, voy atando una a una sus extremidades. Comienzo por una muñeca, unas vueltas de cuerda y un nudo, paso la cuerda bajo los listones del somier, y ato su otra muñeca. Haciendo lo mismo, bajo, con la cuerda bajo la cama, hasta uno de sus tobillos, y por fin, el otro.

        Me levanto de la cama, la observo. Mantiene la mirada baja, no se mueve, su respiración está agitada, y yo, satisfecho de tenerla así. No tengo prisa. Me da igual la hora que es, no me importa cuando o qué comer, no me importa que en la calle luzca el sol o llueva. Me importa ella. Disfrutarla cada segundo, observarla, mirarla, desearla. Por supuesto, cogeré lo que es mio. Cuando quiera, tomaré lo que me corresponde. Pero aún no. 

        Hace frio, es lo único que estropea este momento, lo único que cambiaría de todo lo que me rodea. Pero me da igual. Eso no va a impedir que siga disfrutando de lo que tengo ante mis ojos. 

        Me siento sobre un lateral de la cama, la miro a la cara. La acaricio, suavemente, por una mejilla. Me acerco, le susurro algo al oido, se agita, la beso y me levanto.

        Alcanzo una navaja que tengo en la mesilla, la abro, compruebo el filo y me acerco a ella. Está tranquila. Confia en mi. Está atada de pies y manos, yo estoy armado, y ella no se inmuta. Me encanta. Por una lado, la seguridad de que podré hacer con ella cuanto quiera, por otro, la responsabilidad de cuidarla y protegerla. 

        Con cuidado, acerco la navaja a su camiseta, y hago un pequeño corte. Después, con las manos, termino de romperla en dos. Hago lo mismo con los pantalones, la ropa queda hecha arapos, la retiro, y presto atención a lo que tengo ante mi. Su cuerpo, totalmente desnudo, a mi disposición, a mi alcance, para que haga con el lo que quiera, cuando quiera y como quiera. Nada podrá impedirmelo.

        Guardo la navaja, me siento de nuevo en la cama, y comienzo a acariciarla. Paso mis manos por su cuello, la sujeto, por encima del collar, con firmeza, per sin fuerza, ella arquea levemente la espalda. Bajo mi mano por entre sus pechos, con un dedo, la rozo, sin prisa, con calma, admirando sus curvas, escuchando cada vez mas agitada su respiración. Bajo por su estómago, llego al ombligo, acaricio su pubis y bajo por las piernas. Me cuesta contenerme, pero quiero hacerlo. 

         Paso mucho tiempo así, mirando, tocando, acariciando... Voy aumentando la intensidad, y empiezo a pellizcarla, los pezones, los labios, le muerdo un lóbulo, la azoto con una tira de cuero en el pecho, la azoto en el coño, ella gime, con fuerza, se queja, arquea su espalda, pero le gusta... Al fin, cuando voy a acercar mi mano a su coño, cuando voy a ver y sentir lo mojada que está, me despierto.

         Me despierto, pensando que, no solo es un sueño. Es una posibilidad, tan real, que, cuando quiera, la puedo convertir en realidad. Pienso que, a pesar de ser un sueño, un sentimiento, un anhelo tan extraño, es algo que sale de lo mas profundo de mi. Algo que deseo por encima de todo, sentir ese poder, sentir que esa persona que yace en la cama atada, es de mi propiedad. Sentir que, sea lo que sea que se me pase por la cabeza, puedo hacerlo. Adoro este sentimiento. 

       Puede que siempre haya estado dentro de mi, que siempre haya sido una parte inexplorada de mi ser, y que, ahora, haya salido a la luz. Cada dia va a mas, cada dia quiero mas, y cada dia lo cojo con mas ansia y seguridad. ¿Extraño? Mucho, pero es lo que soy. Es lo que siento, y lo que quiero seguir explorando. Porque esa sensación que me ofrece, ver a mi sumisa, atada, no me la ofrece nada que haya conocido hasta la fecha.

viernes, 8 de febrero de 2013

Alguna vez...



Alguna vez te han preguntado, ¿como estas?
Alguna vez te han preguntado, ¿que sientes?
Alguna vez te han preguntado, ¿te pasa algo?
¿Alguna vez se han preocupado de ti?
¿Alguien te ha priorizado, por delante de sus propios asuntos o problemas?

        Me temo que la respuesta a todas las preguntas sea que no. Y me cuesta entenderlo, pero puedo llegar a hacerlo. Lo que no entiendo es que sigas anclada en tu pasado, y, en palabras tuyas, “estar acostumbrada a cargar con la culpa de todos” no es excusa para no vivir en el presente, y mirar al futuro.

         Antes de nada, mira a tu lado. ¿A quien ves? Soy yo. ¿Me recuerdas? El plasta que lleva 6 meses intentando darte cancha, intentando que te relajes, intentando hacerte ver que no, que el mundo no se apoya en tus hombros, que no tienes que cargar con todas las responsabilidades de todos, y que tampoco debes cargar con sus errores.

        Soy la persona que te pide, día si y día también, que me cuentes aquello que se te esté pasando por la mente. La persona que, al ritmo que me dejas, va conociéndote día a día, y que sabe cuando estás mal, y que se preocupa de ti.

       ¿Ya has caído? Ahora responde de nuevo las primeras preguntas, pensando en mí. ¿La cosa cambia no? Bueno, ese es tu presente. Es mi presente. Y quiero que sea mi futuro. Y espero que el tuyo también. Porque no me canso, porque a diferencia de lo que has visto, o creído ver, tengo mucha paciencia. Muchísima. Porque en el momento en el que quieras hablar, tienes la seguridad de que me vas a encontrar. Porque sabes que no te voy a juzgar, sabes que vas a tener mi apoyo siempre, que si puedo, te ayudaré, y si no, cargaremos con el problema que sea entre los dos.

        Pero por favor, no más lagrimas sin explicación. No más caras serias sin respuesta. No soy como la gente que te ha rodeado en el pasado. Yo soy yo, me conoces bien, sabes que no soy igual, no te comportes pues conmigo como te has comportado hasta ahora con los demás.

       No te doy razones para el silencio, no te doy razones para no confiar, no te obligo a aparentar nada, solo quiero que seas tu misma, y que te des cuenta de que, igual que yo te trato de manera diferente, tu deberías comportarte de manera diferente.

         Jamás te he cargado con la culpa de mis problemas o de mi comportamiento, ¿por qué lo haces tu? ¿Por qué solo piensas que eres la culpable y no te da por pensar que eres la solución?

      Igual que durante años te has acostumbrado a cargar con la culpa de los demás, empieza a acostumbrarte a importarle a alguien. Ya va siendo hora.

Los platos rotos.

       Todos tenemos malos dias. Por mil motivos. Dias en los que, a pesar de haber empezado bien, todo se va acumulando y en cuestión de horas, tu ánimo cambia, tu cambias, y por supuesto, todo lo que te rodea, la gente que te acompaña, cambia. ¿O no?

       Mi dia ha empezado muy bien. He desayunado, me he duchado, he salido a mirar un par de cosas, y aunque el clima no acompañaba, no me ha importado en absoluto. La crisis golpea duro, y sin embargo, mirarla unos segundos hace que se me olviden todos los males, y que, tras la oscuridad, vea algo de luz. Lo suficiente para animarme, lo suficiente para tener fuerzas de luchar por un futuro.

       Pero, no todo ha seguido tan bien. El dia se ha ido torciendo, al principio iba aguantando el tipo, pero cuando te das cuenta, de que, cargues lo que cargues, hay gente que siempre querrá echarte mas peso encima, llega un momento en el que no puedes esbozar ni esforzar un sonrisa, que ya todo da igual, que solo esperas que todo pase, y que, la persona que tienes al lado, sepa apoyarte y quiera hacerlo.


       Y es aquí donde, ya de por sí una tarde mala, empeora un poco mas. Y lo sigue haciendo. ¿Cuando parará? Espero que pronto. Realmente no ha hecho nada malo. Simplemente, que en dias como hoy, eso de "lo poco gusta, lo mucho cansa" llega mucho antes. Y es justo eso lo que ha pasado. Una broma, vale, dos, también, pero cuando llevas varias seguidas, y tu cabeza está como está, termina cansando. Y entonces uno deja de reirse. Y la otra parte intenta animarle, con mas bromas. Y tu cada vez sonries menos, y cada vez hablas menos. Hasta que la vuelta a casa se convierte en un largo, tedioso, monotono y tenso andar, calle por calle, hasta casa.

       Y en casa, preguntas. ¿Que te pasa? ¿Estas bien? y tu, que no tienes ganas de nada, intentas sacar una sonrisa de donde no la hay, respondes "nada", "si", y a seguir. 

       Y llegas a este momento, ella también deja de hablar, ella también deja de sonreir, ella pasa de todo, se queda un rato mirandote, imagino que preguntandose que habrá pasado para que esté como estoy. Y cuando vé que yo no voy a hablarle, que no voy a contarle nada, se duerme. 

       "No voy a contarle nada". Luego le pido que me cuente lo que se le pasa por la cabeza. Dice que me va a herir. Que no, que no va a hacerlo. Que no quiero saberlo. Y es en estos momentos en los que me doy cuenta de que puede ser cierto. Porque si le contase las cosas que se me pasan por la mente, me tomaria por idiota, o peor aún, se sentiria tan traicionada, que todo se estropearia, y vete a saber cuando vuelve a su cauce. Ni hablar de si vuelve a ser lo que era. 

      Cariño, mi niña, mi amor, mi vida... Te escribo desde aquí, porque sé que vas a leerme. Perdoname. Perdona por haber estado tan serio durante toda la tarde, perdona por no haberte dicho nada, por haberme comportando tan "raro", por haber estado "ido"... No es culpa tuya. Creeme. No es culpa tuya. Te quiero, y agradezco todos tus intentos por hacerme sonreir y por hacerme relajarme, pero en ocasiones, no sirven de nada, como hoy. 

       Piensalo así, si estás en una terraza a 24º, un grado más no supone nada, pero en un sauna a 80º, puede ser mortal. Esa es mi situación ahora mismo. Y verte como te veo, distante, sin hablar, cuando necesito que me des una colleja y me sonrias, no hace mas que dolerme y cargarme con mas peso. 

       No sé cuando leerás esto, pero hazme un favor, dame una colleja. Y nunca olvides que te quiero. Lo eres todo en mi vida, por desgracia, también la que paga los platos rotos.

viernes, 1 de febrero de 2013

Empiezo a entender. Y duele.

      1 de febrero, hace un par de noches, mientras dormia, y en plena pesadilla, empezó a contar cosas que no conocia de su pasado. No podia hacerla callar, y cada palabra que decia se me clavaba en la cabeza, tan profundamente que aún las tengo grabadas. Fueron dos horas y media. Dos horas y medias en las que, entre respiraciones convulsas, y abrazos de terror, tuve que ir dos veces al baño a vomitar.

      Entendí muchas cosas aquella noche. Por ejemplo, por qué no le gusta la noche de haloween, por qué no le gustan los chicos rubios etc. 

       Tiene solo 24 años, y ha vivido cosas malas que nadie viviría en 4 vidas. Cosas tan graves, que no solo me duele pensar en ellas, sino que hace que mi actitud hacia ella cambie. Es realmente horrible. Por un lado, sentirte tan desolado por algo que no puedes cambiar, y por otro, dolido por tu actitud hacia ella en ese momento en el que mas te necesita. Y de nuevo, algo que no se puede cambiar. 

       Me encantaria no pensar en ello, pensar que ha tenido una infancia normal, una adolescencia común, pero en ella nada es común. Y su pasado tampoco. Pero por desgracia para mi, su pasado, cada vez que vuelve a mi memoria, me golpea duramente, y lo hace dos veces. Primero, haciendome sentir un dolor, una amargura, y una ira contenida que nunca antes habia sentido, y dos, recordandome que, precisamente el pasado, es el culpable de que apenas la conozca. 

       Según me dice, nadie se ha preocupado nunca por ella, está acostumbrada a pensar siempre en los demás, en ayudarles, apoyarles y mimarles, sin recibir nada a cambio. Acostumbrada a sentirse mal, y no poder decirlo. Y yo quiero cambiar eso. Intento cambiar eso, intento que se abra a mi, que me cuente qué se le pasa por la mente que le hace cambiar la cara, intentar hacerle ver que, por una vez, pero para siempre, no volverá a estar sola. Que siempre que me necesité, estaré ahí, porque no hay nada que quiera mas que cuidarla, amarla, protegerla, preocuparme por ella y darle todo lo que no ha tenido hasta ahora. 

      ¿Llegará? De corazón, espero. Confío en que llegue el dia en el que se sienta mal, por cualquier motivo, y me lo cuente, y entre los dos le busquemos una solución, y si no la tiene, aguantemos el marrón también entre dos. 

       Hoy lleva un dia realmente revuelto, espero que se dé cuenta, con estos pequeños detalles que no me importa nada mas que su bienestar, y que necesito que aprenda a abrirse a mi, que su pasado, ese pasado que tanto daño le ha hecho, es eso, pasado, y que esto es una nueva oportunidad para empezar a ser feliz, para compartir cuales sean las cargas que tenga en esa cabeza, y para relajarse. 

       No se si te has enterado ya... ¡¡TE QUIERO!!